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martes, 19 de febrero de 2013

Microcuentos

Con el más exquisito champagne francés daban por finalizada una velada disfrazada de absurda inocencia. Entre sorbo y sorbo a Elena se le escapaba alguna que otra mirada lasciva por encima de su copa al que tenía justo enfrente...
Jaime sonreía al imaginar lo que estaba a punto de pasar después de que Elena le invitase a entrar a su apartamento a tomar la última copa. Entre trago y trago se olvidaron de las horas y de la amistad de casi diez años que tenían detrás de ellos, les podían las ganas, la intensidad de los sentimientos, el fuego de lo prohibido y el amor que siempre negaron. Tras cientos de besos, caricias, tirones de pelo, cosquillas y mordiscos en el cuello, Jaime se levanta y se dirige hacia la habitación de Elena, ella lo sigue y lo ve en su cama, sin camisa, esperando solo a ella y a su cuerpo, se quita el vestido justo en frente de él, lo deja caer al suelo y sale de él, lo mira y se acerca poco a poco a esa cama de dos metros de ancho en la que tantas noches ha dormido sola... Hoy es sólo de él, esa noche sólo fue suya.

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Eva lleva toda la noche sin saber de Jaime. Por motivos de trabajo tuvo que viajar todo el día y no llegará hasta el día siguiente. Ella se ha tirado toda la noche de aquel Sábado en vela, esperando una llamada del apagado teléfono de su chico.
Después de quedarse dormida por puro agotamiento, escucha la puerta. Son las dos de la tarde. Es jaime. Huele bien... ¿Huele a alcohol?
Jaime entra en la cama mientras Eva se hace la dormida, el le besa en la frente y ella abre los ojos y le sonríe. Despúes de mirarse durante unos segundos comienzan a besarse pero Eva nota algo raro en esos besos... no son sus besos. Siente que algo es diferente y el pánico invade su cara...
Jaime la mira un instante y ella le pregunta si todo va bien, él asiente y sonríe con una sonrisa excesivamente fría, la besa y acto seguido hacen el amor porque dejaron de follar hace mucho tiempo.

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Jaime no para de pensar en Elena, en sus curvas, su liguero negro, su sonrisa traviesa, sus ojos azules y su dulzura característica. Aún le escuecen los arañazos que marcó en su espalda y los besos rotos que dejó en su corazón.
Eva duerme a su lado sin saber que ya nada será igual, que ha probado esos labios, que quiere más, que necesita más.

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Tras un duro día de trabajo, Elena entra en su apartamento agotada y sin poder quitarse de la cabeza demasiadas cosas. Al entrar le recibe su único compañero, un precioso felino gris de enormes ojos azules que se acerca a ella maullando y entrelazandose en sus piernas. Ese gato siempre hizo juego con su inquietud.
Mira el móvil y tiene cuatro llamadas de Jaime... otro cobarde más del que no le apetece saber nada.
Llena la bañera de agua, espuma y ego y tras un largo baño decide que es momento de actuar... y hubiese sido más fácil hacerlo si a los cinco minutos no hubiesen tocado su puerta, si ella no hubiese abierto la puerta y se encontrase a Jaime, si él no hubiese entrado y no le hubiese follado de la manera en que lo hizo... Estaba claro que eran el uno para el otro, que ella no sólo marcó su espalda y que él no sólo dejó tinta en su piel.

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