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lunes, 14 de marzo de 2016

Freedom

No,
I don't endure it. 
I can't see you through the mirror that way,
I can't see you anymore with this sad smile,
not with your closed eyes.
Yes, your eyes were swimming with tears
but I can't explain how you can't stop to smile.
It's as I said you:
"little, never remove the smile of your face,
especially when you feel that nothing is ok,
over all when you feel alone...

Smile, because the happiness is inside you, as the sadness.
Smile, your freedom and your dreams are waiting for you,
and this reason is enough to continue forward."

domingo, 13 de marzo de 2016

Epílogo

Si tuviese que escribir mi caótico prefacio, probablemente intentaría utilizar las palabras correctas para decir claramente y de manera concisa, que me gusta complicarme conscientemente la vida. Me enamoran las historias complicadas, los amores imposibles y lo que nunca termina de terminar, valga la redundancia. Pero juro solemnemente, como drama queen number one, que todo esto llegó a un límite que me superaba, o eso creía. 
Y es que yo, defensora proclive de la libertad, tendía a enredarme en ese tipo de situaciones de las que luego no sabes cómo salir ilesa emocionalmente por la simple y llana razón de que el resto me aburrían, lo predecible no estaba hecho para mí. No al menos a corto plazo.

El problema es que irremediablemente tendí a escribir el final antes de la historia que pretendía contar. Y en vez de que el prefacio tuviese una considerable consistencia, mi epílogo había acaparado todo el protagonismo y toda mi atención.

No sabía cuales eran las preguntas adecuadas que debía hacer para ordenar mis ideas, tampoco estaba segura de si realmente quería saberlo y, por supuesto, dudaba de si realmente era necesario ese cúmulo de suposiciones... A fin de cuentas, lo que realmente nos unía era lo desconocido.
El problema llegó cuando empecé a encontrar las respuestas que necesitaba en sus manos, en sus "buenos días", en su extraña manera de decir las cosas al revés y en la infinita sonrisa que en mi cara se dibujaba cuando algo de lo que me rodeaba tenía que ver con él. También vino a partir del conformismo de nunca sentirlo mío, de la extraña inocencia que me envolvía si lo tenía delante, de su manera de mirarme, de la forma que teníamos de comernos las calles a besos y de las veces que me enredó el pelo en mi cama. Las preguntas llegaron en forma de misterio, de naturalidad dosificada y de constante incertidumbre, de no saber hasta donde llegar y aún así, no tener necesidad de nada más. Las respuestas fueron llegando paulatinamente según la complicidad ganaba, las esperas se acortaban y los silencios dejaban de ser incómodos. 
El desconcierto empezó a ser algo adictivo. ¿Qué si era suficiente? Yo aún no lo tengo muy claro, pero algunas veces pienso que las mejores respuestas me las daba precisamente cuando se callaba, cuando solo me miraba como él sabía hacerlo.

sábado, 27 de febrero de 2016

Ella.

A ella...
Le gusta el color negro, los perros blancos, los chicos rubios y altos,
le gusta la autenticidad,
la gente real,
y que le digas la verdad.
Le gusta la pizza, el queso y a veces la soledad.
Le gusta soñar, crear, imaginar, colorear,
le gusta la música alta, 
y los abrazos fuertes.
Ama el chocolate negro,
el vino y el maquillaje.
A ella le gusta mirar a la vida de frente,
aunque a veces se siente pequeña,
le gusta recordar, y a veces quiere volver atrás.

Ella sigue creciendo y estudia inglés.
Le gustan las personas fieles,
los libros, el baloncesto y las manos bonitas.
Ella se pinta los labios cada día de un color diferente, 
viste camisetas con mensajes,
sonríe a bebés desconocidos
y colecciona muñecos cabezones.

Ella a veces se siente perdida, 
pero siempre encuentra un lugar prioritario
en la vida de los que la rodean.
Ella llora muchas noches,
pero siempre tiene una sonrisa para ti. Para él, y para la vida.

Podría escribir una enciclopedia, o casi, de lo que a ella le gusta (aunque creo que tendría mucha más facilidad para escribir sobre aquello que no le gusta), también podría quedarme embobada mirándola cada vez que sonríe, cada vez que lo logra, cada vez que sigue intentándolo y al final lo consigue. Podría escribir sobre por qué la admiro, por qué a veces solo me apetece abrazarla y protegerla del mundo, podría hablar también sobre todo las palabras bonitas que ella hace que a los demás les nazcan cuando hablan sobre ella y no tiene ni idea. Podría decir también que es un ejemplo constante de calidad humana, que tiene un corazón que no le cabe en el pecho y un cerebro tremendamente atractivo. Podría hablar de las sonrisas que me saca, de las carcajadas que hemos compartido, de las lágrimas que nos hemos secado. También podría contar todas las veces que nos hemos enfadado, que hemos aprendido de la otra y que hemos dado un puñetazo en la mesa juntas a modo de ultimátum. Podría presentar un mural con todas nuestras fotografías con los ojos cerrados. Podría seguir escribiendo sobre ella, seguir obviando que sé que a veces no estoy lo suficientemente cerca o seguir reconociendo que eres de esas pocas personas a las que puedo llamar amiga sin titubear... Pero pocas cosas estarían a la altura de lo que dos letras para mí significan, pocas cosas serían tan bonitas como tú.


Gracias por ponerte en mi camino, por avanzar y crecer conmigo, por ser una luchadora, por ser fascinante y por compartir un pedazo de tu vida conmigo.



Feliz cumpleaños, Eu 






martes, 23 de febrero de 2016

Cotidiano.

Estábamos tumbados, semi desnudos, con algo de fondo a lo que no le prestaba mucha atención, cuando de pronto se giró sobre sí mismo y se incorporó, me miró fijamente. Tenía el pelo alborotado y no pude evitar fijarme en sus ojos marrón intenso y en la ficticia expresión de preocupación de su rostro. No pude resistirlo, me mordí el labio, fingí la misma preocupación, abrí mucho la boca y grité - ¿¡Qué pasa!? 
- Tenemos un enorme problema... - Seguía aparentando estar preocupado y no pude evitar poner cara de "cuéntame más". - Voy en serio, tenemos un problema tan grande como el Titanic, y tú estás aquí, tan tranquila.
- Bueno, tiene solución, cuéntame qué ocurre e intentaremos ponerle solución.
- Ya es demasiado tarde. - Y por un momento me hizo dudar. Bajó la mirada hacia sus manos, seguí su mirada y me embobé mirando esas manos. - No podemos hacer nada...
- Estás empezando a preocuparme y sabes que eso me da mucha mala leche, por favor, dispara si no quieres despertar a la bestia. - Dije mientras hacia el típico gesto de la pistolita con las manos.
- Eres insoportable. - Le salió de la boca con demasiada ternura, mientras me dedicaba una de sus irresistibles sonrisas en las que se le achinaban los ojos.- Estaba aquí, tan tranquilo, a punto de dormirme acariciándote la barriga, y he llegado a la conclusión de que estoy realmente jodido.- Hizo una pausa y captó todo mi interés, yo también me incorporé y me quedé mirándole a los ojos fijamente, ya no necesitaba fingir interés ni preocupación. - Estoy jodido porque me vuelven loco tus defectos, todas tus manías han pasado a ser para mí una puta alegría. - Abrí mucho los ojos, pero en realidad quería esconderme en cualquier sitio. Creo que estuve a punto de tirarme al suelo y meterme debajo de la cama solo para que se callase. - Me encanta cuando te abrazas a mí y sé que no tardarás más de diez  minutos en quedarte dormida y al final acabo viendo la película yo solo, también me encanta cuando te enfadas porque llego media hora antes y acabas de salir de la ducha, o cuando conduzco demasiado deprisa y acabas regañándome y no hablándome durante un rato. - Me eché en su hombro para evitar que viese mi cara de idiota y empezó a acariciarme el pelo como hizo en nuestra segunda cita. - Me vuelve loco como te levantas por las mañanas maullando y metiéndome el dedo en los ojos, como lloras de risa cuando te hago cosquillas o como te tapas la cara cuando te estoy bajando las bragas, 
- Por favor, para... Quiero que la tierra me trague ahora mismo. Eres odioso. 
- Me fascina como a pesar de estar de mal humor, no dejas de sonreír, como siempre tienes palabras bonitas para los demás y lo buena que eres conmigo. Y como de repente no te apetece el contacto físico con nadie, te encierras en tus libros y pasas horas sin decir ni mú. Y ni qué decir de lo pesada que te pones cuando te gusta algo, descubres una nueva canción o te da por seguir a un nuevo youtuber, al que tú consideras gracioso pero que yo no le encuentro ni pizca de gracia.
- Eh, que tú haces lo mismo con tu música querido, no te vengas arriba. 
- Si, tienes razón, también me encantas cuando te metes en el papel de fan loca. - Sonrió. - Pero tú también estás jodida.
- Oh, vaya. ¿Cómo es eso?
- Estás jodida porque eres mía, Tatiana, y yo te gusto casi lo mismo que me gustas tú a mí.
- No, cielo... Tú me gustas mucho más. Yo caí a tus pies en el momento en el que me dijiste que te gustaban los gatos, desde ese momento lo tienes todo hecho conmigo. Tus encantos no tienen nada que hacer conmigo, no tienen ningún efecto sobre mí. - Miré al techo, sin poder evitar sonreír. Y se abalanzó sobre mí. Empezó a darme besos por los mofletes, la nariz, la barbilla y acabó mordiéndome el cuello. - Así que no tengo ningún efecto... ¿eh? - Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos. 
- Contéstame, ¿no tendría ningún efecto en ti que parase ahora mismo? - Lo miré con cara de corderito y no hizo falta que le pusiera palabras a todo aquello. - Pídemelo, pídeme que no pare. 
- No pares...
- ¿Y que más? - Insistió.
- No pares, por favor...