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martes, 4 de junio de 2013

Presas.

Él  tenía  una manera especial de mirarme, tenía esa manera especial de hacer que todo lo que estaba a mi alrededor se quedase en un segundo plano.
Él marcaba cada uno de mis rincones, no solo en mi piel, iba mucho más allá del contacto físico, me volvía loca, por dentro, por fuera y más allá, donde no se puede ver.
Fue capaz de besar cada una de mis cicatrices y después morderlas con fuerza, marcando cada paso que iba dando en mí, dejando huella por todo aquello que formaba parte de lo que soy.

Me hacía creer que solo podría ser de él, me miraba y me desarmaba y desnudaba al mismo tiempo, con un sólo chasquido era capaz de dejarme sin palabras y que babeara como un león al que le ponen justo delante la presa más deliciosa e indefensa, aunque en ese momento la presa indefensa fuera yo.

Su espalda se convertía para mí en mi lienzo favorito para todo aquello que no podía expresar con palabras, mi boca solo era boca cuando él la rozaba. Y todo se limitaba a eso, a ser dos bocas que se encontraban solas, dos cuerpos que se limitaban a encajar y ante todo dos almas que rozaban la locura. Al fin y al cabo todo se convertía en poesía. ARTE.

Y así como dos presas que se pierden y no saben a quien deben atacar en ese momento, se fueron enamorando de cada uno de los segundo que creaban en una cama de 0,90.
Ingenuos.

Magia. 
Pensaba que no existía hasta que vi como encajaban tus ganas con mis instintos y me di cuenta de lo bien que combinan tus miradas lascivas con mi sonrisa de bien follada.

Y como iba diciendo... él tenia esa manera tan peculiar de hacer que todo girase alrededor de mis silencios. 
No solo conseguía que me temblasen las piernas, también desequilibraba mi realidad cada vez que le tenia cerca.

Y es que las mejores guerras son aquellas que montábamos en su cama.



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