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viernes, 25 de enero de 2013

Amar a distancia Vol I

Moriré de pena pero jamás volveré a reprocharME que te echo de menos más de lo que debería hacerlo. Y eso es así.
Con la luz apagada y los ojos inundados es más sencillo reordenar sentimientos porque tantos días haciéndome la tipa dura me dejan como la felina más mansa de todo el callejón. Vendo todo por un par de caricias y unas espinas de pescado que me alimenten las entrañas, a base de labios exageradamente rojos y ojos azules.
Cada día X recordaré todo aquello que pudimos ser sin serlo o no supimos ser sin serlo a medias.
Y no es pena, es odio por no poder odiarte. Es odio por amar cada uno de tus lunares en silencio, odio por hacer la misma ruta en mi pensamiento desde tu nuca hasta tu ombligo, odio desvestirte en sueños y hacerte feliz por el hecho de estar lejos. No es pena, es tristeza, tristeza porque desde fuera me encantará ver aquello que sé que llegará a ser, por ver desde otra perspectiva como consigue todo aquello que siempre debió tener, por aceptar que será de otra aquello que tanto fue mío. Y alegrarte por ello. Amar sin medidas. Repetirme una y mil veces que no quiero echar de menos y hacer que una sola canción me remueva por dentro, o una simple palabra. Vivir al límite de mis sensaciones y comerme de un bocado mis sentimientos. Somatizar todo el dolor que me infunde tu ausencia, aniquilar cualquier resquicio de tu mirada que queda en mi memoria.
Hacerte el amor con la mente y follarte los sentimientos, eso es lo que quiero.
Porque 3 días no son suficientes para borrarte de mis sueños. Y una semana no es lo suficientemente larga como para eliminar las esperanzas de que entres por mi puerta, te metas en mi cama y no me digas nada. Pero quizás esta cama ya no grita lo suficiente como para que la escuches.

Lágrimas y letras no son buena compañía en noches melancólicas, que no tristes. Lágrimas y letras que me recuerdan que eras una debilidad demasiado latente, un vicio para mis sentidos y una pieza que encajaba demasiado bien con mis instintos. Desde siempre.

Te vi, te besé la mejilla y me enamoré. ¿Quién iba a decirle a esa niña estúpida que enamorarse era tan dulce y amargo? ¿Qué amar a distancia abre heridas que ni existían? Nadie, a nadie le interesaba contar el final triste de los cuentos, a nadie le interesaba escribir sobre como al final la princesa acababa follándose a más de la mitad del reíno para sacarse al príncipe de la cabeza, aquel príncipe con el que jamás llegó a sentirse princesa. Sino más bien puta.
Te amaré a distancia y en secreto, tan secreto que será público y tan público que solo será mío,